domingo, 22 de febrero de 2015

NIVELES DE VIDA

           
               “Niveles de vida”. Julian Barnes. Anagrama. 2014. 152 páginas.

Julian Barnes (Leicester, 1946) es, sin duda, uno de los mejores escritores británicos contemporáneos. Autor de novelas, relatos y ensayos, se dio a conocer internacionalmente en 1985 con “El loro de Flaubert”, obra que ha sido recientemente reeditada en nuestro país. Con su anterior novela, “El sentido de un final”, reseñada en esta sección en 2013, ganó el premio Booker, el más importante galardón de la letras anglosajonas, del que Barnes ya había sido finalista en varias ocasiones. Ahora, de nuevo la editorial Anagrama y con la traducción de Jaime Zulaika, ha publicado aquí su último libro hasta la fecha: “Niveles de vida”, una obra híbrida que mezcla de manera brillante y novedosa el documento histórico, la ficción literaria y la confesión personal, íntima y autobiográfica del propio autor.

“Niveles de vida” se divide en tres partes que aparentemente –sobre todo la tercera con respecto a las dos anteriores– no parecen tener demasiada relación entre sí. La parte inicial, titulada “El pecado de la altura”, tiene el tono de una crónica histórica referida a los primeros vuelos en globo aerostático realizados en Francia e Inglaterra durante el siglo XIX. El principal personaje es Félix Tournachon, conocido como Nadar, fotógrafo experimental y uno de los pioneros “de estos vuelos que, aunque supeditados a los caprichos del viento y el clima, representaban la libertad” para aquellos “globonoicos” iniciales.

En la segunda parte (“En lo llano”) se cuenta la relación amorosa entre el coronel británico Fred Burnaby y la famosa actriz francesa Sarah Bernhart. En su tercer y último bloque (“La pérdida de la profundidad”), el relato da un giro absoluto y se centra en el doloroso sentimiento de pérdida vivido por el propio Barnes tras la muerte de su mujer Pat Kavanagh, a quien está dedicado el libro. Tras treinta años juntos, un tumor cerebral acabó en pocos días con la vida de Pat y, tras el terrible e inesperado mazazo, el desconsolado escritor reflexiona sobre el sufrimiento y la aflicción que le produce la ausencia de su compañera. Sobre la aflicción, escribe que se trata de “un estado humano, no médico, y aunque haya píldoras que nos ayuden a olvidarla –y todo lo demás– no hay pastillas que la curen”. Sobre el final de la vida de la persona amada, dice que en los tiempos actuales “afrontamos mal la muerte” y “ya no la integramos como una parte de una pauta más amplia”.

Algún párrafo permite conectar la disparidad de contenidos que presentan la primera y la tercera parte del libro: “Entonces, ¿cómo te sientes? Como si te hubieras caído desde una altura de sesenta metros, y hubieras aterrizado con los pies por delante en un arriate de rosas, con un impacto tan fuerte que te ha clavado en la tierra hasta las rodillas, y una conmoción que te ha reventado los órganos internos y los ha proyectado fuera de tu cuerpo. Así se siente uno, ¿y por qué debería parecer otra cosa?”. Como si uno cayera desde lo alto de aquellos globos decimonónicos que se han descrito en las páginas iniciales se siente él tras el fallecimiento de su esposa.

No es Barnes un escritor de tintes moralistas, por eso sorprende en cierto modo esta definición sobre el amor que tal vez nos explique el cariz de su profunda relación con Pat: “El amor puede no conducir a donde creemos o esperamos, pero con independencia del resultado debería ser un llamamiento a la seriedad y la verdad. Si no es así –si su efecto no es moral–, entonces el amor no es más que una forma exagerada de placer”.

Los tres capítulos comienzan hablando de lo que ocurre cuando se juntan dos cosas o dos personas nuevas. El resultado es que, para bien o para mal, el mundo cambia. En este libro se unen diferentes géneros literarios y el resultado es una hermosa obra literaria. En la que empezamos elevándonos al cielo en globos aerostáticos y terminamos sintiendo el dolor y la tristeza que produce la muerte de la persona más amada.

Carlos Bravo Suárez

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