sábado, 14 de mayo de 2011

DENUNCIAR ANTES DE MORIR

Un lugar en el que yo nunca estuve. Paul Mushin. R.U. Editors. 2010. 302 páginas.

Lo primero que llama la atención de esta novela es su peculiar edición. En su portada sólo aparece la fotografía de un viejo pasaporte argentino, cuyo color azul marino destaca sobre un fondo en azul cielo. Únicamente en su lomo puede leerse el título del libro y el nombre de su autor. Paul Mushin es en realidad un pseudónimo de Ignasi Riera Julià y Un lugar en el que yo nunca estuve su primera novela publicada.

Ignasi Riera Julià, hijo de catalanes, nació en Buenos Aires en 1950. Se licenció en Biología en la Universidad de Barcelona y trabajó trece años como inspector de pesca en África, primero en Namibia y después en las islas Seychelles. Fue asesor de la Unión Europea en los campos de refugiados de Ruanda y Burundi y trabajó posteriormente en Uruguay y Argentina. Hoy vive entre Montevideo y Barcelona.

Presentada en la librería Negra y Criminal del barrio de la Barceloneta, Un lugar en el que yo nunca estuve es a la vez, como ocurre con frecuencia en el género policiaco, una novela negra y una novela de denuncia. Su protagonista es Juan Nasebur, alter ego del autor en muchos aspectos aunque es obvio que no en todos. Un hombre que, aquejado de una enfermedad en fase terminal, afronta con toda la entereza posible el último tramo de su vida. Juan, que se autodenomina Pedro ante la policía, ha trabajado como inspector de pesca en el puerto franco de Monroe Harbour, un nombre ficticio en una novela que evita los nombres geográficos reales. Allí conoció toda la corrupción que rodea al mundo de la pesca de altura a escala internacional. Cuando su sucesora en el cargo muere en extrañas circunstancias, Juan sabe que ha sido asesinada. Urde entonces una sangrienta venganza y busca la manera de denunciar a las compañías y administraciones que permiten ilegalidades de las que se aprovechan algunos de sus miembros. Dos honrados y peculiares policías, el inspector Fernández y su ayudante apodado el Muerto, se hacen cargo de la investigación. Sus diálogos introducen algunas notas de humor y distensión en un relato de tono general serio y dramático.

La narración alterna el uso de la primera y la tercera personas, y sirve al protagonista como desahogo antes de morir, para ajustar cuentas con su presente y su pasado. Principalmente, para sacar a la luz una corrupción que va desde el conocido uso por los barcos de banderas de países sin tradición pesquera y a veces incluso sin mar, hasta la captura ilegal de pequeños ejemplares de merluza negra, muy cotizados entre la alta sociedad. Se nota que el autor conoce de primera mano y por propia experiencia aquello sobre lo que escribe.

El libro supone a la postre una denuncia de la hipocresía occidental que cierra los ojos o mira hacia otro lado ante un problema que todos conocen pero nadie se atreve a resolver. Un aspecto más de la corrupción global que parece manejar los hilos del planeta y cuyo objetivo primordial es el beneficio económico a cualquier precio.

Carlos Bravo Suárez

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