viernes, 5 de noviembre de 2010

EL CONSUELO DE LA BELLEZA


La luz es más antigua que el amor. Ricardo Menéndez Salmón. Seix Barral. 2010. 175 páginas.

Ricardo Menéndez Salmón (Gijón, 1970) es uno de los escritores más destacados y originales de la literatura española de los últimos años. Profesor de Filosofía, editor, crítico literario, incluso ocasionalmente poeta y dramaturgo, es sobre todo un magnífico narrador cuyas tres novelas anteriores (La ofensa, El derrumbe y El corrector) constituyen la que se ha denominado Trilogía del mal. En su nuevo libro, La luz es más antigua que el amor, el autor asturiano da un cierto giro respecto a su obra anterior y sorprende con un libro profundo, audaz y diferente.

La luz es más antigua que el amor se puede considerar una novela, pero tiene también mucho de ensayo sobre arte e incluso filosófico. Los principales personajes del libro son tres pintores y un escritor. Dos de los pintores son inventados: el toscano Adriano de Robertis, autor en el siglo XIV de una prohibida Virgen barbuda, y Vsévolod Semiasin, un excéntrico pintor ruso que acaba sus días encerrado en un psiquiátrico. Ambos sufren en sus carnes el afán del poder por controlar la creación artística desde intereses religiosos y políticos. El primero, por parte del futuro papa Gregorio XI; el segundo, por el dictador Stalin y el omnipresente Partido. El tercer pintor es real: Mark Rothko, el peculiar artista letón, nacionalizado estadounidense, que se suicidó en 1970 tras conocer el éxito y realizar en la famosa capilla de Houston su obra cumbre y definitiva.

El escritor Bocanegra es un claro trasunto, no sé si en todos los detalles, del propio autor de la novela. Al final del libro, cuando en un ejercicio de futuro ficción recibe en 2040 el premio Nobel de literatura ante el rey de Suecia, Bocanegra lee un magnífico discurso que es, sobre todo, una defensa de la belleza como el mejor antídoto contra la maldad humana: “Para quien asume que la realpolitik no es otra cosa que la más alta manifestación del maquiavelismo entendido como cosmovisión, el horizonte de consuelos se reduce, acaso, a uno solo: la belleza, cuyo culto es la forma más incruenta de idolatría conocida”. El arte y la búsqueda de la belleza son el contrapunto a la perversidad humana que había protagonizado su anterior trilogía narrativa. Ahora se presentan ambos polos como las dos caras posibles del ser humano. Porque, como dice Bocanegra, los poemas de Manrique y los tribunales del Santo Oficio, el David de Miguel Ángel y las soflamas de Savonarola son obra de la misma mano.

Entre esa belleza consoladora se encuentra sin duda la literatura, y libros como éste de Menéndez Salmón ocupan en ella un lugar preferente.

Carlos Bravo Suárez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy Antonio, de Gijón.
Me parece una muy buena crítica del libro. Corta, pero que se ajusta a la extensión de todas las de su blog, al menos las recientes.
No hay duda de que su gusto literario es excelente.

carlos bravo suarez dijo...

Gracias, Antonio. Parece que tenemos gustos literarios similares.
Un cordial saludo