sábado, 16 de enero de 2010

UNA RELACIÓN DESIGUAL

El Agrio. Valérie Mréjen. Editorial Periférica. 2009. 89 páginas

Valérie Mréjen (París, 1969) ha publicado dos novelas breves en nuestro país: Mi abuelo y El Agrio. Las dos han sido editadas por la pequeña editorial extremeña Periférica y ambas han tenido una buena acogida por parte de la crítica.

Valérie Mréjen es una creadora polifacética. Además de escritora, es muy conocida como artista plástica y fotógrafa. El pasado verano pudo verse una exposición suya en el Palau de la Virreina de Barcelona. Como escritora, cultiva una narrativa innovadora y moderna con grandes influencias del cine, el vídeo, la fotografía y las artes plásticas.

El Agrio es Bruno, un joven algo extravagante, aficionado a las artes, bastante caradura, que preserva su libertad y se compromete poco en el amor a una sola chica. De él se enamora, con su “corazón de quinceañera” y una pasión obsesiva y desbordante, la narradora de la novela. El sobrenombre de Bruno es El Agrio porque el joven siente una extraña atracción contemplativa hacia los cítricos, a los que deja madurar hasta enmohecer en su frutero. Además, dibuja su retrato con forma de limón y ha creado ese icono en el ordenador.

La autora francesa cultiva una escritura muy personal que muchos califican como moderna o postmoderna. Prescinde de capítulos y estructura el relato en bloques cortos, breves escenas contadas con un lenguaje lacónico de aparente frialdad y escasa implicación. Como si una cámara exterior nos fuera dejando breves secuencias de los encuentros entre Bruno y la narradora. Sin duda hay una intención claramente innovadora en la manera de narrar de la escritora parisina.
Lo que la novela cuenta no es otra cosa que una historia de amor, o de desamor, en un marco urbano, la ciudad de París, y en unos ambientes que, ya no sé si el término sigue vigente, hasta hace poco eran denominados como postmodernos. Una relación amorosa asimétrica y muy descompensada. Porque mientras la chica la vive con intensidad, obsesión y absoluta dependencia del otro, éste nunca acaba de comprometerse con ella y mantiene otras relaciones en paralelo. Eso sí, aunque la chica sufre y recibe frecuentes plantones, no hay en su relato ni estridencias ni atisbo alguno de melodrama. Todo está contado con distanciamiento, frialdad y una cierta ironía.

El Agrio se lee de un tirón en un par de horas. Atrae de la novela la forma diferente de narrar una historia que no es más que una de las variantes más frecuentes de las relaciones amorosas de pareja.

Carlos Bravo Suárez

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