sábado, 23 de febrero de 2008

UNA RUTA CIRCULAR POR EL VALLE DEL SARRÓN

El río o barranco Sarrón es un pequeño afluente del Ésera por su margen izquierda. Nace en las proximidades de Benabarre y vierte sus aguas al embalse Joaquín Costa, conocido popularmente como pantano de Barasona. Forma, en su corto recorrido, un pequeño y agradable valle cuyos límites montañosos son la sierra de Laguarres por el norte y la de la Carrodilla por el sur. No hace mucho, realicé con el Centro Excursionista de la Ribagorza una bonita excursión circular por algunos senderos de este tranquilo valle ribagorzano.

Nuestro punto de partida y de llegada fue Torres del Obispo, localidad situada prácticamente en el centro geográfico del valle. Sobre Torres del Obispo he escrito en otras ocasiones en este diario. El elemento más llamativo de la población es el campanario, o “campanal”, construido en singular forma semicilíndrica sobre el ábside de la antigua iglesia románica, base de la actual parroquial de la Asunción, o de Santa María la Mayor, del siglo XVI. El templo alberga unas yeserías mudéjares barrocas del siglo XVII. Este estilo decorativo es característico de varias poblaciones del valle del Sarrón y parece obra, en todos los casos, de un mismo taller dirigido por el artista Juan de Marca. Lo encontramos en las iglesias de Torres, Aguinalíu, Aler y Juseu, y en la población literana próxima de Peralta de la Sal. Las yeserías de la iglesia de San Julián de Juseu, consideradas Patrimonio Mundial, son las más importantes de la comarca y de esta pequeña ruta mudéjar.

Torres del Obispo tiene tres plazas. La primera se encuentra, si se llega al lugar por carretera, nada más entrar en el pueblo por un bonito paseo arbolado. Es conocida como el Trinquete y sirve de frontón para el juego de pelota, que tuvo en el pueblo gran tradición hasta no hace muchos años. La recoleta plaza Mayor, o de la Iglesia, era el centro del antiguo núcleo medieval de la localidad. En la parte baja de la población se halla la plaza de la Font o de los Porches.

El primer objetivo de nuestra excursión es la ermita de la Virgen de las Ventosas, a poco más de una hora de camino desde Torres del Obispo. Salimos del pueblo por la pista de tierra que lleva a Castarlenas, lugar despoblado y en ruinas en el que sólo la iglesia, y a duras penas, se mantiene en pie. Tras pasar el cementerio de Torres, tomamos un camino a la derecha que lleva a una gran explotación ganadera. A partir de aquí, el camino deja de ser tan transitado y por un momento parece borrarse, pero continúa tras la sucesión de establos con vacas y terneros. Enseguida llegamos al pequeño barranco de las Ixaringas, después del cual el sendero asciende progresivamente hasta desembocar en una ancha pista de tierra. Un poco antes de llegar a ella, atravesamos la llamada pllaceta dels Llops (placeta de los Lobos), un pequeño claro de bosque en el que, según la tradición, los romeros que van a la ermita deben arrojar una piedra en alguno de los montones que se reparten junto al camino. Algunos dicen que aquí se produjo una gran batalla entre moros y cristianos, en la que murieron muchos guerreros sarracenos. Según la leyenda, para que quedaran bien enterrados y no pudieran retornar jamás de la muerte, era necesario levantar numerosos montones de piedras sobre el suelo del lugar. Desde aquí salimos enseguida a la citada pista más amplia y, en pocos minutos y siempre en dirección al este, llegamos a nuestro primer destino.

La Virgen de las Ventosas es una pequeña ermita rupestre que se ubica en un bello paraje rocoso y cortado. La edificación, sencilla y restaurada recientemente, se acurruca junto a las altas rocas que la protegen. Sobre el tejado se eleva una pequeña espadaña con campana. Todo el lugar es pintoresco, apacible y tranquilo. Y suele estar siempre limpio y bien cuidado. De ello se encarga la familia que vive en Puibert (o Puivert, como aparece escrito a veces), un bonito mas situado entre la ermita y Aler. Mas –forma acortada de masía– es la denominación que en esta zona reciben las casas de campo que proliferan por la comarca. En el Mas de Puibert  –por el que no pasamos en nuestra excursión pero que merece sin duda una visita–, se encuentra la ermita románica de San Cayetano y un modesto, pero atractivo, museo etnológico que nos ayuda a entender cómo fue durante siglos la vida en estas antiguas casas en buena medida autosuficientes.

A la ermita de las Ventosas se va en romería el día ocho de septiembre, aunque en los últimos tiempos la celebración se traslade al fin de semana más próximo a esa fecha. Allí acude gente de Aler, Benabarre y Torres del Obispo y, antes de que el pueblo quedara vacío, acudían también de Castarlenas. En vehículo rodado se puede llegar a la ermita por la pista de tierra que nosotros hemos andado en su último tramo y que procede, por dos ramales distintos, de Puibert y de la aldea de La Tosquilla, lugar de dos casas –una de ellas con oratorio propio– muy cercano a Torres del Obispo. Podría decirse que la romería a las Ventosas fue durante siglos un gran día de fiesta para casi todo el valle del Sarrón.

De la misma ermita arranca un sendero señalizado (PR-HU 130) que llega hasta Benabarre. El primer tramo discurre por un bosque de carrascas y quejigos hasta descender a un barranco. Tras cruzarlo y ascender al otro lado, se llega a una pista que, procedente de Benabarre, lleva a la font de Faro, cuyas aguas tienen fama en la comarca. Nosotros, sin embargo, seguimos la pista hacia la derecha, en sentido contrario al de la fuente y siempre en dirección al este. En poco tiempo, llegamos al Mas de Figuera, hoy deshabitado, pero cuidado por sus propietarios desde Benabarre. Poco después, dejamos a nuestra derecha el también despoblado Mas del Aspra. Nuestro ancho camino de tierra desemboca casi a la entrada de Benabarre, lugar que merece, si se dispone de tiempo, una visita detenida.

Benabarre fue durante siglos la capital del Condado de Ribagorza y es hoy la capital cultural de la comarca. Su elemento arquitectónico más destacado es el antiguo castillo, cuya presencia en lo alto de la población proporciona a la villa una característica silueta reconocible en la distancia. Es agradable pasear por sus calles y rincones más típicos, bucear por su rica historia y degustar sus productos más típicos. A poca distancia del pueblo se halla la ermita de San Medardo, con un agradable parque-merendero. Muy cerca de allí quedan los escasos restos del antaño importante convento de Linares.

Nosotros debemos continuar nuestro camino y recorrer ahora la margen izquierda del valle del Sarrón, hasta volver a Torres del Obispo y cerrar así el círculo de nuestra ruta. Para ello, salimos de Benabarre, cruzamos la carretera y tomamos el sendero señalizado que lleva a San Salvador y Aler. Desechamos otro camino balizado (GR-18) que dejamos a nuestra izquierda y que nos llevaría a Juseu y a Purroy, pasando por un enorme quejigo (caixigo) que ha sido bautizado como “el roble del valle”. La primera parte de nuestro recorrido transcurre por una pista agrícola entre explotaciones ganaderas. Pronto acaba la pista y comienza un estrecho sendero que, serpenteando entre el bosque, asciende a una suave colina. El sendero está bien señalizado y se ilustra con paneles sobre la fauna y la flora de la zona. En una bifurcación, dejamos momentáneamente el camino de la izquierda que conduce a Aler para, en pocos minutos, alcanzar la cima del montículo en que se halla la ermita de San Salvador. Más que de una ermita se trata de un gran y sorprendente edificio en ruinas que, al parecer, fue tiempo atrás un lazareto u hospital religioso para albergar leprosos. La vista desde el lugar es extraordinaria y se divisan en el horizonte numerosas cumbres pirenaicas. Sería muy largo enumerar aquí los pueblos que se contemplan desde esta privilegiada atalaya. A modo de postal, nos quedamos con la silueta de Benabarre coronado por los restos de su castillo y, algo más lejana, la torre medieval de Viacamp. Junto a la ermita se han habilitado varias mesas de madera y un panel explicativo. San Salvador es un lugar que sorprende al caminante y un magnífico mirador desde el que recrear la vista hacia los cuatro puntos cardinales.

Desandamos el corto camino hasta la ermita y retornamos al sendero que conduce a Aler. Divisamos a la izquierda extensos campos pertenecientes a los mases de Serveto y de Abad. Hacia este último nos dirigimos con la intención de ver los dos dólmenes de sus proximidades. Ambos están señalizados y se pueden encontrar saliendo unos pocos metros del camino principal. El primero es una oquedad con ocho lajas verticales que aguantaban una losa superior que no ha llegado hasta nuestros días. Al segundo dolmen se llega tras cruzar la pista que conduce al Mas de Abad. Es un dolmen pequeño, con su losa superior apoyada sobre las piedras verticales que la sostienen. Volvemos al sendero principal y en pocos minutos entraremos en Aler.

Perteneciente al municipio de Benabarre, Aler ha sobrevivido a la emigración de décadas pasadas e incluso ha recibido últimamente algunos nuevos habitantes. Las casas están arregladas y el pueblo resulta acogedor. Destaca su iglesia de Santa María, situada en lo más alto, donde antiguamente hubo un castillo. La iglesia fue románica en su origen -al parecer consagrada por el obispo San Ramón en 1105- , aunque su ábside semicircular fue sustituido por otro poligonal sobre el que se levanta la actual torre. El interior del templo, restaurado en 1997 por mosén José María Lemiñana y su ayudante Delfín, se muestra hoy atractivo y coqueto. Aler, situado sobre un montículo rocoso, conserva su aspecto de fortaleza y su diseño medieval de estrechas calles empinadas. En sus proximidades se encuentran las ermitas de San Gregorio y San Pedro, tal vez románicas en su origen y de gran sencillez y rusticidad.

Salimos de Aler descendiendo por una de sus estrechas callejuelas, justo en sentido contrario al de la carretera de acceso al pueblo. Llegamos enseguida a una pista agrícola que seguimos siempre en dirección oeste. El camino se acerca a la carretera N-123, pero nosotros giraremos a la izquierda alejándonos de ella y ascendiendo por los lindes de unos campos de labor. Tras pasar un pequeño bosque, la pista empieza su descenso hacia Torres del Obispo por la partida conocida como Mogorons. A la izquierda de nuestro itinerario, vigilante en lo alto de un roquedo, vemos siempre el pequeño pueblo de Juseu, Chuseu en el habla ribagorzana que se mantiene viva en esta comarca y que en los pueblos de este pequeño valle muestra su enorme variedad y su rápida transición al catalán.

A medida que nos acercamos al pueblo, Torres del Obispo va apareciendo ante nuestros ojos ofreciéndonos una de sus mejores perspectivas. Nuestro camino de tierra desemboca en la estrecha carretera que, en sentido contrario al que nosotros tomamos, lleva a Juseu. La seguimos por nuestra derecha y, tras cruzar el Sarrón por un pequeño puente, llegamos al punto de encuentro entre la carretera que viene de Graus y la N-123 que lo hace desde Barbastro. Desde aquí subimos a Torres pasando por la Font Viella o Fuente Vieja, junto a un llamativo sauce llorón. Enseguida alanzamos las primeras casas del pueblo y la plaza de Abajo, también llamada de los Porches o de la Font, por encontrarse en ella la fuente pública del lugar. En Torres del Obispo, de donde habíamos salido casi siete horas antes, termina nuestro largo recorrido circular por las agradables tierras del valle del Sarrón.

Carlos Bravo Suárez

(Artículo publicado en Diario del Alto Aragón, el 12 de enero de 2008)

Tras la publicación de este artículo, se ha señalizado, desde las afueras de Torres del Obispo, un camino que lleva a las Ventosas pasando por la aldea de La Tosquilla.

(Fotos: Ermita de la Virgen de las Ventosas; San Salvador; dolmen del Mas de Abad; Aler, interior de la iglesia de Aler; y el "campanal" iluminado de Torres del Obispo )

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